En la Misa anual en Honor a San Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, el celebrante dijo que Romero “fue un gran profeta y mártir” que dedicó su vida a buscar la paz y la justicia en su amado país centroamericano. La misa en español, que también honró a los Mártires de El Salvador, se llevó a cabo el domingo 26 de marzo en la Catedral de San Patricio.    

“Es una gran alegría estar aquí con ustedes”, dijo el obispo auxiliar Lizardo Estrada Herrera, de la Arquidiócesis de Cuzco, Perú, durante las palabras de bienvenida, citando su admiración por Romero desde su juventud en su Perú natal. Señaló que dos días antes, 24 de marzo, fecha del asesinato de Romero en 1980, seguidores de “este gran profeta y mártir” oraron por su intercesión “por El Salvador, por toda América Latina y el Caribe, y por todo mundo”.   

El obispo Estrada, quien sirvió como celebrante principal y homilista, luego señaló en la homilía que Romero dio su vida “por Jesucristo, por Su Reino, por Su Iglesia, por Su pueblo, en defensa de la fe; este es Óscar Romero”.   

El obispo Estrada continuó hablando de la importancia de la misión de Romero de hablar por la paz y la justicia en El Salvador, y del significado de la temporada de Cuaresma, y ​​señaló que la misa se celebraba el quinto domingo de Cuaresma.  

“Vivimos en tiempos difíciles en el mundo”, dijo el obispo a los fieles, destacando la importancia de confiar en el Señor y recordando cómo, en las lecturas del día, Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos. “Solo en Cristo, solo en Él, encontramos esperanza”, dijo el obispo Estrada, y agregó que San Óscar Romero inspiró a muchos a ser defensores de los que sufren en la pobreza y la injusticia, e instó a los fieles en las bancas a ser también “ una voz para los sin voz” a través de múltiples medios, incluidas las redes sociales.

Cerca de 800 personas asistieron a la misa. Los concelebrantes incluyeron al Arzobispo Gabriele Giordano Caccia, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas.

San Oscar Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba misa en la capilla de un hospital en su natal El Salvador. La Guerra Civil salvadoreña comenzó en octubre de 1979 y terminó en enero de 1992. La ONU reportó más de 75,000 muertos y un número desconocido de desaparecidos.

Los Mártires de El Salvador son los seis sacerdotes jesuitas, su ama de llaves y su hija que fueron martirizados en la Universidad de El Salvador en 1989; el Venerable Padre Rutilio Grande, S.J., martirizado en 1977; el Venerable Padre Cosme Spessotto, O.F.M., asesinado en 1980; y las cuatro mujeres de la iglesia (dos monjas de Maryknoll, una monja de las Ursulinas y una misionera laica), que fueron asesinadas en 1980.

Los seis sacerdotes jesuitas fueron: el padre Ignacio Ellacuría, el padre Ignacio Martín-Baró, el padre Amando López Quintana, el padre Juan Ramón Moreno Pardo, el padre Joaquin López y López, y el padre Segundo Montes Mozo. La ama de llaves fue Elba Ramos y su hija adolescente Celina Ramos. 

Las cuatro mujeres de la iglesia eran la hermana Maryknoll Maura Clark, la hermana Maryknoll Ita Ford, la hermana Ursulina Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan de la Diócesis de Cleveland. 

El 24 de marzo, fecha del asesinato de Romero, es el Día Mundial de la Verdad sobre las Violaciones de los Derechos Humanos, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2010 en reconocimiento al papel del Arzobispo Romero en la defensa de los derechos humanos. 

Daniel Erazo, cónsul general de El Salvador en Nueva York, dio palabras de agradecimiento al final de la misa en la catedral, diciendo que “es con mucha alegría” que asistió a la misa por Romero.

“Este es el camino que todos debemos tomar, ser la voz de los sin voz como San Óscar Romero”, dijo María Gálvez, organizadora principal del comité de la Misa Romero, a The Good Newsroom después de la misa. “Debemos seguir su ejemplo”, dijo, citando la necesidad de ayudar a los pobres y víctimas de la injusticia, y en general “siempre ayudando a nuestro prójimo”.